La conducta de las farmacéuticas a la hora de colocar en el mercado sus peligrosos medicamentos es completamente amoral cuando se trata de la prescripción de fármacos inútiles para patologías inexistentes. Últimamente lo vemos cada vez más a menudo, tanto que ya obran con un descaro absoluto como en el caso de la inexistente pandemia de gripe, solo por recordar uno de los tantos despropósitos.
Su comportamiento dictatorial se resume en las recientes declaraciones de Margareth Chan, presidenta de la OMS. Hablando del retraso en la distribución de las vacunas cuando la falsa pandemia afirmó que la próxima vez no podrá haber obstáculos que afecten a la planificación establecida por la OMS. Estas palabras se comentan por si solas.
Sabiendo que detrás de la OMS se esconde la sombra del poderoso lobby de la salud, es evidente lo que pretenden. No van a renunciar a esclavizar de forma médica a la humanidad entera; cuentan además con la legión de fieles apóstoles que son adoctrinados para eso en las facultades de medicina.
Este comportamiento ya de por sí amoral y escandaloso se vuelve abominable cuando afecta a los más pequeños, a los niños. Como no les basta drogar e intoxicar a los adultos con dosis masivas de sustancias químicas tóxicas y antinaturales, hace tiempo que han planeado extender sus crímenes sobre los niños. Ya descubrieron sus intenciones con la peligrosa e discutida vacuna contra el papiloma humano que, con la complicidad de médicos y políticos, ha entrado en las prescripciones habituales cuando no está demostrado que tenga una real eficacia contra esta patología.
La estrategia de estos asesinos es muy simple; primero se inventan una enfermedad y luego venden alguna pastilla que la cura o vacuna que la previene. Todo es una gran mentira fabricada simplemente para hincharse los bolsillos.
Como las enfermedades físicas requieren la presencia de algún marcador biológico que las confirme y esto puede provocar algún que otro retraso en la ejecución de sus torvos planes, desde hace un tiempo se dedican a crear nuevas enfermedades mentales cuyo diagnóstico depende de las indicaciones que ellos mismos y sus médicos apóstoles dictan. Ya que inventarse amenazadores virus responsables de inexistentes pandemias es más elaborado porque requiere una mayor evidencia experimental, se han tirado al campo de la psiquiatría y de la psicología. En este terreno, cuya existencia es reciente, los diagnósticos son más desdibujados y con ellos las exigencias de demostración empírica. La gente acepta que el comportamiento de la mente es imprevisible, que no es fácilmente catalogable o controlable; de esta manera la psiquiatría y la psicología se han convertido en un terreno donde insertar nuevas mentiras que permitan colocar fármacos mentirosos.
Esta estrategia de marketing ya cae como un hacha sobre millones de adultos que toman medicamentos inútiles para patologías mentales inventadas, pero sus grandes mentiras hace ya un tiempo se han extendido a los niños.
Hace tiempo que los niños están en el punto de mira de estos matones legalizados, lo que me parece abominable. Es abominable porque afecta a algo a mi parecer tan sagrado como la infancia. Tocar a un adulto es execrable, pero actuar sobre un niño, en mi opinión, merece una firme e inapelable condena porque demuestra que ya se ha perdido toda traza de conciencia humana.
Cualquier animal, incluso el más sanguinario, tiene un instinto natural de protección hacia sus pequeños; los cuida adecuadamente, los alimenta, los mima para favorecer su correcto desarrollo. El ser humano, que se considera el más evolucionado de los animales, debería comportarse de la misma manera con sus cachorros, así que la desconsiderada actuación de esta gente demuestra claramente que han perdido este instinto natural. Ya no son seres humanos o seguramente nunca lo han sido. Sea lo que sea, merecen que se les pague con su misma moneda. Si siguen atacando a los seres humanos, habrá que devolverles el ataque.
El despropósito en este caso tiene el nombre de Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), una enfermedad mental inventada en el año 1994 cuando se creó el Manual de Diagnóstico y Estadisticas de los Trastornos Mentales actualmente en vigor (DSM-IV). A partir de entonces los niños vivaces, irrequietos, inconformistas, rebeldes, excesivamente locuaces, demasiado curiosos, mentalmente rápidos, respondones, fueron etiquetados de hiperactivos. Estos niños simplemente se escapan al borreguismo y a las reglas mayoritarias, pero para ellos, para su enfermedad inventada, antes de existir la etiqueta estigmatizadora ya existía la solución química correspondiente, el metilfenidato y la atomoxetina.
El metilfenidato es un psicoestimulante, principio activo del Ritalin, Rubifén y Concerta, fármacos con graves efectos secundarios. La atomoxetina es un agente neurotónico muy peligroso y se comercializa como Strattera.
En el caso del metilfenidato los problemas físicos más frecuentes que provoca son pérdida de apetito y de peso, insomnio, ansiedad, cefaleas, inquietud, nerviosismo, estrotipias motoras, tics, graves trastornos del ritmo cardíaco, incremento de la presión sanguínea; a nivel mental en cambio genera depresión, comportamiento suicida, hostilidad, psicosis y manía.
La atomoxetina causa somnolencia, dolores abdominales, náuseas, vómitos, pérdida de peso y apetito, mareos, cansancio, aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial, hepatotoxicidad. A nivel comportamental es responsable de comportamientos suicidas como intentos de suicidio o ideas de suicidio.
Algún criminal químico me dirá que los beneficios siguen superando a los inconvenientes; es un argumento que cada vez esgrimen delante de la imposibilidad de esconder las graves consecuencias que sus fármacos provocan. Es un argumento a mi parecer inaceptable, sobre todo si consideramos que existen remedios naturales para las enfermedades que sus preparados tóxicos pretenden curar y que estos remedios naturales carecen de efectos secundarios. Sin embargo este argumento es aún más inaceptable si consideramos que se refiere a un problema de salud inventado que además afecta a los niños. Se están medicando con estos tóxicos a niños de menos de seis años de edad, aunque no existen datos del territorio español. Los únicos datos los ofrece el País Vasco donde la prescripción de estos venenos se ha multiplicado por 18 entre 2001 y 2007 y sigue aumentando, mientras que el gasto público ha pasado de 8.648 a 890.848 euros.
¿Alguien duda de lo que se esconde detrás de esta falsa epidemia? Otra vez el dinero, otra vez el beneficio económico de las farmacéuticas, con el agravante que esta vez el dinero está manchado con la sangre de cientos de miles de niños cuyas vidas están hipotecadas para siempre.
El Dr. Allen Francis que presidió el grupo de trabajo que creó la biblia actual de los trastornos mentales admite en una entrevista en el Los Angeles Time que contribuyeron inadvertidamente a tres falsas epidemias: el trastorno por déficit de atención, el autismo y el trastorno bipolar en la infancia. Admite también que de esta forma se capturaron pacientes que no necesitaban algún tipo de tratamiento. Esto es como decir que le arruinaron la vida a muchos niños, pero al final ¿qué son cientos de miles de vidas arruinadas delante de billones de facturado?
Yo al final de estas líneas cuando se habla de las mentiras y de las manipulaciones de las farmacéuticas a daño de la salud de las personas me sigo preguntando lo mismo: ¿por qué no empezamos a quemarlos en la vía pública?